Por: Julliana Roldán
Al compartir en sociedad y embriagarnos por medio de manifestaciones comunes y satisfactorias de cualquier índole ya hay un sentimiento de reconocimiento de sí mismo en el otro, por ende el Principio de individuación se diluye lentamente para sentirnos parte de un todo.
Sin embargo, si se llega a la embriaguez es porque ya hay un caracter propio que permitió identificarse con esos colectivos. Del mismo modo en algún momento de la embriaguez al estar envuelto en la experiencia masiva el ser se impregna de la multitud y absorbe lo que le es agradable y lo que no, a partir de ahí, forma o reforma criterios, amplia su mirada del mundo, y le brinda la posibilidad de saborear la existencia de otra manera, pero sin separarse del sentimiento en común que lo une a la masa. En conclusión, el cruce constante entre la mesura y el desbordamiento (lo Apolíneo y lo Dionisíaco), es necesario para que cada ser humano siga construyendo su Principio de individuación.
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