jueves, 18 de septiembre de 2014

Conclusión



Por: Julliana Roldán
Se puede soñar, fantasear, despertar, pensarse a sí mismo, conocer, experimentar, comprender, actuar siempre, saber que se quiere y cómo se quiere, razonar, sentir, anhelar, soñar despiertos, volver a la inclemente y abrumadora realidad, compartir en sociedad, saborear a veces inmersos en su regocijo la existencia a través del cuerpo y la sensación, volver a sentirse parte de un todo nunca dividido, mesurarse, aplacarse, volver al regocijo de uno como individuo, del 'Uno primordial', reír, sufrir, volver a reír, exorcizar por medio del Arte lo que llevamos dentro, reflexionar, 'simplemente' vivir. 

Dicho lo anterior de los primeros cuatro capítulos de 'El Origen de la Tragedia' de Nietzsche es posible concluir que el ser humano es apolíneo y dionisíaco. Por naturaleza habita los dos mundos que pese a ser contrarios se necesitan el uno del otro para darle sentido a la existencia y a los elementos que, como el Arte, la alimentan, pues a través de él se plasman aspectos divinos de un mundo íntimo, interior que el ser humano quiere y necesita hacer tangibles. Es por eso que el Arte constituye un acto puro de la voluntad. Dicho en una frase, transitar constantemente entre Apolo y Dionisios permite que esa vida, sea una vida digna de volver a ser vivida.

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